Alimentación y Emociones Estos dos conceptos que a simple vista parecen tener poco en común, sin embargo a menudo vemos que no es así. Las personas desarrollan conductas diferentes en respuesta a sus emociones dependiendo del contexto o la situación en la cual se encuentran. La verdad es que muchas veces comemos y no es por el famoso “hambre fisiológico o real”, sino por el “hambre emocional”. Como vemos, el vínculo entre emoción y alimentación es un hecho. 

Lo que comemos no solo afecta cómo nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer. Es un vínculo recíproco, de ida y vuelta y es más complejo de lo que imaginamos. Lo que pensamos genera emociones, también lo que comemos.

Las decisiones que tomamos a diario sobre nuestros hábitos pueden generar salud o enfermedad y en este sentido somos los capitanes del barco y debemos atenernos a las consecuencias. 

Psicologa Stefania Ercoli

¿Esto empeora si me encuentro en una situación de estrés?
Claro que si! Seguramente, en alguna ocasión hayas sentido estrés, preocupación o ansiedad y has sentido que comiendo “x” alimento o golosina se disolvía esa sensación negativa, haciendo que te sintieras mejor, ¿verdad?
Es normal: Comer libera endorfinas en nuestro cerebro que hace que nos sintamos mejor.
Pero esto tiene sus complicaciones: El cerebro quiere repetir. 

El problema está, precisamente, en el desarrollo de esa conducta como hábito. El mensaje para nuestro cerebro es que cuando algo está mal, esto se puede resolver a corto plazo a través de la comida. Pero la verdad es que esto es sólo una ilusión, porque el problema subyacente que generaba malestar persiste, sigue estando ahí.

Entonces, está mal comer algo rico si me siento triste o irritable? La verdad es que no, pero no debería ser tu única estrategia, principalmente porque no es la solución.